miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi encuentro con "El Principito"

Me encontraba hace unos años recostado sobre las piedras a orilla del agua en Lago Puelo. Era una noche hermosa, totalmente despejada. Nunca había visto de esa manera el cielo. Si bien siempre me gustó mirar a las estrellas, jamás había podido contemplarlas como aquella noche. A propósito, si alguna vez desean de ver realmente a las estrellas, no deben dejar de ir al sur. Y si tienen la posibilidad de ir a Lago Puelo y poder pasar la noche ahí, les aseguro que podrán guardar en sus retinas una de sus mejores fotos.

Pero volviendo a lo que nos importa, era impresionante la cantidad de estrellas que vi esa noche, no sabía ni imaginaba que existían tantas. El cielo era más blanco que negro a causa de sus brillos, como si se esforzaran en querer unirse y tapar la oscuridad. Recordé entonces mi libro favorito y empecé a buscar su planeta. Si realmente existía el asteroide B 612 tenía que estar visible ahí. Me concentré más y mientras tanto pensaba si un cordero estaría intentando comerse una flor. Comencé a escuchar cascabelitos sonando en forma de risas (muchos creerán que era el ruido del lago golpeando las piedras de la orilla, no los culpo) y entonces una lagrima cayó por mi mejilla, me había invadido la melancolía y quizás el miedo. ¿Miedo a qué? Me pregunté.

Cuando intentaba responderme, de pronto una voz interrumpió mi soledad:
-¿Qué miras?
No quería desconcentrarme, seguramente un niño de alguna carpa vecina andaba paseando, por lo que no miré e intenté seguir en lo mío, pero de nuevo la voz:
-¿Qué miras?
En ese momento me di cuenta que sería más fácil responder que volver a ignorarlo. Sin mirarlo le contesté que no miraba nada, que solo contemplaba el cielo. No me iba a poner a explicarle, porque era simplemente un niño, no lo entendería y volví a decir:
-No miro nada, no sé lo que miro.
-Es tan típico de la gente mayor eso- Me dijo-. Nunca saben lo que quieren. Ven sin mirar, escuchan sin oír, tocan sin sentir…
Su contestación me sorprendió. Voltié para mirarlo y vi a un niño rubio, vestido de un verde similar al color como se veía el agua durante el día y una bufanda larga y amarilla que me recordaba al reflejo del sol sobre el lago. “Qué casualidad…su vestimenta, rubio…” pensé, pero no le di demasiada importancia y decidí entonces contarle lo que realmente miraba, su contestación me lo exigía.
- Buscaba a un viejo amigo en las estrellas- y de paso quise aclararle-. Y yo no soy ninguna persona mayor eh…
Casi no me dejo terminar y volvió a preguntarme:
-¿Y por qué lo buscas?
-Un momento- le dije-. ¿Con quién estás? ¿Qué haces solo acá? ¿Tus padres?- de reojo intentaba encontrar a alguien que lo esté acompañando, no parecía perdido.
-¿Y por qué lo buscas?- No solo que pareció no escuchar mis preguntas, sino que insistía en la suya.
Algo hacía que le conteste sin reprocharle nada.
-Lo busco porque es alguien a quien aprecio mucho y sé que debe estar por ahí, en alguna de esas estrellas.
-Si es tu amigo deberías saber donde esta- Afirmó muy serio.
No podía creer estar teniendo esta conversación con un chico en medio de la noche.
-En verdad no lo conozco, ahora que lo pienso, ni siquiera sé si existe realmente.
-Decís que no sos una persona mayor, te crees un niño, pero pensás como los mayores. No entendiste nada de lo que dijo mi amigo.
-¿Tu amigo?¿De qué hablas?- empecé a ponerme serio y enojado. ¿Por qué tenía que soportar que un chico me hablé así, encima un desconocido.
-Leíste decenas de veces a mi amigo, te enorgullece decir que te encanta su libro, pero ahora compruebo que nunca lo entendiste realmente.
Miles de lamparitas se encendieron en mi cabeza, muchos pensamientos y sospechas me invadieron, incredulidad…pero descarté enseguida esa idea, seguramente el fuerte sol del día me jugó una mala pasada y ahora me hacía pensar así. Antes que yo dijera algo él continuó:
-¿Y por qué llorabas?
Si había una mínima posibilidad de que mi sospecha fuese cierta, sabía que no podía no responderle, él jamás abandona una pregunta. Le contesté que tenía miedo y mi cabeza seguía diciéndome “¿Para qué le contestas? No es él”
-¿Miedo de qué?
-De que mi amigo en verdad no exista como muchos piensan.
Ahí fue cuando vi a ese hombrecito transformarse, desencajarse…
-¿Ves que tengo razón? ¡No lo entendiste! Él lo escribió muy claro, yo le dije que sea especialmente claro en esa parte ¡y lo fue! Lo puso tal cual mi amigo el zorro lo dijo: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” y resulta que solo intentás buscarme con tus ojos. ¿Acaso no me encontrás siempre en tu corazón?¿No lloraste tantas veces al llegar al final del libro?¿Por qué necesitas verme para darte cuenta que existo?¿Se puede ver el amor, la amistad, la alegría?¿O simplemente se los siente?
Ahora si me quedé paralizado, entendí que era él. No lo reconocí porque no era muy parecido a los dibujos, pero Antoine advirtió que no sabía dibujar, la gente mayor lo había frustrado con sus intentos de dibujos de las boas, tenía lógica. Pensé en cada una de sus preguntas, pero no podía responder a ninguna de ellas, en verdad eran afirmaciones. En cambio yo tenía muchísimas preguntas para hacerle, no sabía cómo actuar, quería abrazarlo.
-Pero estas acá. Te estoy viendo- Fue lo único que me salió decir.
-Porqué estas creciendo y si no me veías ibas a dejar de creer en mí.
-Todos crecemos, pero no es que por eso deje de mantener vivo a mi niño interno, intento que siempre este conmigo…
Una vez más me interrumpió: - Además vine porque necesito tu ayuda.
-¿En que te puedo ayudar yo? – pregunté curioso.
-Dibujame las tiras para el bozal de mi cordero.
Esta vez no iba a quedarme sin preguntar: -¿Entonces todavía no se comió a la flor?¿Ella vive?¿Volvieron a hablar?
-Por favor, dibujame las tiras para el bozal, debo irme.
No me iba a contestar, pero por su pedido asumí que su flor aún estaba a salvo, así que no insistí. Le dibujé lo mejor que pude las tiras, apoyando un papel en la piedra más regular que encontré y con las estrellas como única luz.
-Tengo que avisarle a Antoine que regresaste, el nos pidió eso al final del libro.
-No te preocupes, él ya lo sabe. Por favor, necesito que te des vuelta, debo irme, y ya sabés que esta parte no es agradable.
No lo cuestioné ni intenté frenarlo, porque sabía que solo una vez al año, en determinado lugar tenía la posibilidad de volver a su planeta. Mientras giré le dije que no quería despedirme y me dijo que le parecía justo.

Cuando se fue, yo tenía el dibujo en mi mano. No me olvidé de dárselo, fue a propósito que no se lo di. De esta manera seguiría teniendo sentido mirar a las estrellas y preguntarme si el cordero sí o no ha comido la flor. Fue en ese mismo momento que escuche muchísimas risas proviniendo de las estrellas y entonces yo también reí a carcajadas. Esa noche decidí que valía la pena sentarme a esperar el amanecer.

Muchos dirán que no puedo decir que El Principito es mi amigo por verlo solo cinco minutos, pero así es como piensa la gente mayor. Él y yo sabemos que nos domesticamos uno al otro hace mucho tiempo.

Gastón “Barchu” Bahar

Dedicado a Antoine de Saint-Exupéry. Y no necesito aclarar que es dedicado a “Antoine de Saint-Exupéry cuando era niño” porqué el siempre lo seguirá siendo.

3 comentarios:

  1. SIMPLE, ANIÑADO, PALABRAS FÁCILES Y PEGAJOSAS, FLORES, ESTRELLAS Y UN CORDERO.
    SIMPLEMENTE PERFECTO.

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  2. Hermosísimo!! Te felicito, me llegó al corazón. Gracias por compartirlo.

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  3. Un enorme sentido tácito aqui...

    Una idea sublimada con esas letras, decir que está bonito es calificar siempre algo con algo que está un poco más profundo. Los adultos siempre buscando definirlo todo ...

    Sabes, es muy bonito, lo valoré bastante. Así como entendí que seguramente habrás leido ya varias veces este libro encontrando siempre cosas nuevas y reconociendo que aún conserva más.

    Un abrazo.

    Lindo escrito.

    Lady Tatiana

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