jueves, 30 de junio de 2011

De nuevo por aqui

Después de un tiempo retomo el contacto a través de mi blog para poder seguir contando. En los próximos días publicaré cuentos mios, de los primeros que escribí pero nunca estuvieron aca en "Un Lugar Para Contar".

Mientras tanto pueden recorrer mis cuentos en las entradas anteriores. Es importante aclarar que cuando escribo busco expresar lo que sale de mi corazón, mas alla de la redacción o como esta escrito. Encontrarán cuentos mios, cuentos que me gustan, pensamientos o porque no, lo qu tenía ganas de expresar en ese momento. Gracias por acompañarme y así como los aplausos son el alimento de músicos y actores, en mi caso un comentario es un mimo al corazón (también acepto opiniones no favorables, me sirven para crecer.

Tengo el sueño de pronto poder hacer un libro (no comercial). Ojala lo pueda cumplir.

Si queres estar al tanto de las novedades escribime a unlugarparacontar@fibertel.com.ar y con gusto te las haré llegar.

Saludos, Barchu.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi encuentro con "El Principito"

Me encontraba hace unos años recostado sobre las piedras a orilla del agua en Lago Puelo. Era una noche hermosa, totalmente despejada. Nunca había visto de esa manera el cielo. Si bien siempre me gustó mirar a las estrellas, jamás había podido contemplarlas como aquella noche. A propósito, si alguna vez desean de ver realmente a las estrellas, no deben dejar de ir al sur. Y si tienen la posibilidad de ir a Lago Puelo y poder pasar la noche ahí, les aseguro que podrán guardar en sus retinas una de sus mejores fotos.

Pero volviendo a lo que nos importa, era impresionante la cantidad de estrellas que vi esa noche, no sabía ni imaginaba que existían tantas. El cielo era más blanco que negro a causa de sus brillos, como si se esforzaran en querer unirse y tapar la oscuridad. Recordé entonces mi libro favorito y empecé a buscar su planeta. Si realmente existía el asteroide B 612 tenía que estar visible ahí. Me concentré más y mientras tanto pensaba si un cordero estaría intentando comerse una flor. Comencé a escuchar cascabelitos sonando en forma de risas (muchos creerán que era el ruido del lago golpeando las piedras de la orilla, no los culpo) y entonces una lagrima cayó por mi mejilla, me había invadido la melancolía y quizás el miedo. ¿Miedo a qué? Me pregunté.

Cuando intentaba responderme, de pronto una voz interrumpió mi soledad:
-¿Qué miras?
No quería desconcentrarme, seguramente un niño de alguna carpa vecina andaba paseando, por lo que no miré e intenté seguir en lo mío, pero de nuevo la voz:
-¿Qué miras?
En ese momento me di cuenta que sería más fácil responder que volver a ignorarlo. Sin mirarlo le contesté que no miraba nada, que solo contemplaba el cielo. No me iba a poner a explicarle, porque era simplemente un niño, no lo entendería y volví a decir:
-No miro nada, no sé lo que miro.
-Es tan típico de la gente mayor eso- Me dijo-. Nunca saben lo que quieren. Ven sin mirar, escuchan sin oír, tocan sin sentir…
Su contestación me sorprendió. Voltié para mirarlo y vi a un niño rubio, vestido de un verde similar al color como se veía el agua durante el día y una bufanda larga y amarilla que me recordaba al reflejo del sol sobre el lago. “Qué casualidad…su vestimenta, rubio…” pensé, pero no le di demasiada importancia y decidí entonces contarle lo que realmente miraba, su contestación me lo exigía.
- Buscaba a un viejo amigo en las estrellas- y de paso quise aclararle-. Y yo no soy ninguna persona mayor eh…
Casi no me dejo terminar y volvió a preguntarme:
-¿Y por qué lo buscas?
-Un momento- le dije-. ¿Con quién estás? ¿Qué haces solo acá? ¿Tus padres?- de reojo intentaba encontrar a alguien que lo esté acompañando, no parecía perdido.
-¿Y por qué lo buscas?- No solo que pareció no escuchar mis preguntas, sino que insistía en la suya.
Algo hacía que le conteste sin reprocharle nada.
-Lo busco porque es alguien a quien aprecio mucho y sé que debe estar por ahí, en alguna de esas estrellas.
-Si es tu amigo deberías saber donde esta- Afirmó muy serio.
No podía creer estar teniendo esta conversación con un chico en medio de la noche.
-En verdad no lo conozco, ahora que lo pienso, ni siquiera sé si existe realmente.
-Decís que no sos una persona mayor, te crees un niño, pero pensás como los mayores. No entendiste nada de lo que dijo mi amigo.
-¿Tu amigo?¿De qué hablas?- empecé a ponerme serio y enojado. ¿Por qué tenía que soportar que un chico me hablé así, encima un desconocido.
-Leíste decenas de veces a mi amigo, te enorgullece decir que te encanta su libro, pero ahora compruebo que nunca lo entendiste realmente.
Miles de lamparitas se encendieron en mi cabeza, muchos pensamientos y sospechas me invadieron, incredulidad…pero descarté enseguida esa idea, seguramente el fuerte sol del día me jugó una mala pasada y ahora me hacía pensar así. Antes que yo dijera algo él continuó:
-¿Y por qué llorabas?
Si había una mínima posibilidad de que mi sospecha fuese cierta, sabía que no podía no responderle, él jamás abandona una pregunta. Le contesté que tenía miedo y mi cabeza seguía diciéndome “¿Para qué le contestas? No es él”
-¿Miedo de qué?
-De que mi amigo en verdad no exista como muchos piensan.
Ahí fue cuando vi a ese hombrecito transformarse, desencajarse…
-¿Ves que tengo razón? ¡No lo entendiste! Él lo escribió muy claro, yo le dije que sea especialmente claro en esa parte ¡y lo fue! Lo puso tal cual mi amigo el zorro lo dijo: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” y resulta que solo intentás buscarme con tus ojos. ¿Acaso no me encontrás siempre en tu corazón?¿No lloraste tantas veces al llegar al final del libro?¿Por qué necesitas verme para darte cuenta que existo?¿Se puede ver el amor, la amistad, la alegría?¿O simplemente se los siente?
Ahora si me quedé paralizado, entendí que era él. No lo reconocí porque no era muy parecido a los dibujos, pero Antoine advirtió que no sabía dibujar, la gente mayor lo había frustrado con sus intentos de dibujos de las boas, tenía lógica. Pensé en cada una de sus preguntas, pero no podía responder a ninguna de ellas, en verdad eran afirmaciones. En cambio yo tenía muchísimas preguntas para hacerle, no sabía cómo actuar, quería abrazarlo.
-Pero estas acá. Te estoy viendo- Fue lo único que me salió decir.
-Porqué estas creciendo y si no me veías ibas a dejar de creer en mí.
-Todos crecemos, pero no es que por eso deje de mantener vivo a mi niño interno, intento que siempre este conmigo…
Una vez más me interrumpió: - Además vine porque necesito tu ayuda.
-¿En que te puedo ayudar yo? – pregunté curioso.
-Dibujame las tiras para el bozal de mi cordero.
Esta vez no iba a quedarme sin preguntar: -¿Entonces todavía no se comió a la flor?¿Ella vive?¿Volvieron a hablar?
-Por favor, dibujame las tiras para el bozal, debo irme.
No me iba a contestar, pero por su pedido asumí que su flor aún estaba a salvo, así que no insistí. Le dibujé lo mejor que pude las tiras, apoyando un papel en la piedra más regular que encontré y con las estrellas como única luz.
-Tengo que avisarle a Antoine que regresaste, el nos pidió eso al final del libro.
-No te preocupes, él ya lo sabe. Por favor, necesito que te des vuelta, debo irme, y ya sabés que esta parte no es agradable.
No lo cuestioné ni intenté frenarlo, porque sabía que solo una vez al año, en determinado lugar tenía la posibilidad de volver a su planeta. Mientras giré le dije que no quería despedirme y me dijo que le parecía justo.

Cuando se fue, yo tenía el dibujo en mi mano. No me olvidé de dárselo, fue a propósito que no se lo di. De esta manera seguiría teniendo sentido mirar a las estrellas y preguntarme si el cordero sí o no ha comido la flor. Fue en ese mismo momento que escuche muchísimas risas proviniendo de las estrellas y entonces yo también reí a carcajadas. Esa noche decidí que valía la pena sentarme a esperar el amanecer.

Muchos dirán que no puedo decir que El Principito es mi amigo por verlo solo cinco minutos, pero así es como piensa la gente mayor. Él y yo sabemos que nos domesticamos uno al otro hace mucho tiempo.

Gastón “Barchu” Bahar

Dedicado a Antoine de Saint-Exupéry. Y no necesito aclarar que es dedicado a “Antoine de Saint-Exupéry cuando era niño” porqué el siempre lo seguirá siendo.

martes, 9 de febrero de 2010

Los Ojos en el Kotel (Cuento)

Me senté a mirar aquella pared. Solo dos palmeras y una flameante bandera blanca y azul, se interponían entre mis ojos y la muchedumbre que rezaba en aquel muro tan especial. Una extraña sensación recorría mi cuerpo, un perdurable escalofrío era la señal de que pronto algo iba a suceder.
Comencé a buscar y a los pocos segundos lo encontré. No sabía bien que buscaba, o creía no saberlo, pero un muchacho que se encontraba entre un grupo de jovenes llamó mi atención.
Lo seguí unos minutos con mi mirada y con un zoom imaginario ví como su rostro contemplaba con gran emoción el kotel. Decidí que utilizaría sus ojos como si fuesen los mios y también que iba a compartir el interior de su mente.
Así fue como nos acercamos y besamos uno de los grandes ladrillos de piedra que conforman "El Muro de los Lamentos", y debo decir que no fuí yo quien decidió dejar caer esa lagrima, pero de inmediato una mía la acompañó en su aterrizaje en el suelo.
Sacamos de su bolsillo dos papeles, uno se encontraba escrito con algún mensaje que no alcancé a leer ya que rapidamente lo dobló en varios pedazos con su mano. El otro papel, al cual ni siquiera notó tenerlo, ya se encontrabá preparado de la misma manera. Buscamos un hueco en las hendiduras y los depositamos. Volvimos a besar el kotel en forma de despedida, soñando con que sea solo un hasta luego.
Nos fuimos alejando, regresando hacía el grupo. Llegando a la bandera lo abandoné y perdiendolo de vista volví a mi.
De nuevo mirando hacía el muro, el escalofrío continuaba en mi cuerpo y el llanto me empapaba. Continúe así un largo rato hasta ahora. Sigo con una sensación dentro mio muy especial y difícil de explicar.
No entiendo como sucedió, pero ahora comprendo que ese chico era yo mismo doce años atras. Recuerdo aquel mensaje que había en el primer papel, fueron pedidos y deseos que escribí en aquel momento.
Demasiada extraña es la historia, pero aún más lo es si les digo que el segundo papel lo escribí en el presente y simplemente decía "Gracias".


Gastón Bahar (Barchu)




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Escribí este cuento en un momento libre que tuvimos durante el viaje a Israel durante Enero de 2010, sentado mirando al kotel. Creo que de todos mis cuentos a la fecha, este es el más especial por el lugar donde lo escribí y porque además es el primero donde la ficción es mínima. Si bien todos los cuentos tienen algo de mí, este lo tiene todo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Un Sonido de Rosh Hashana (Cuento propio)

Debo ser honesto con mis lectores, la historia que estoy por contar es poco creíble para aquellas personas que no creen en cosas como estas, por lo que están autorizados a tomarlo como un cuento fantástico. Para aquellos que si creemos, puede ser una historia totalmente natural.
Javier decidió ir al templo por la celebración de Rosh Hashana (Año nuevo judío) después de diez años. Fue simplemente porque había tenido un raro sueño relacionado a la festividad y sintió la necesidad de ir. Llegó temprano por la mañana. Se sentó y escuchó al rabino durante toda la ceremonia (No entendió demasiado, no escuchaba hebreo hacía mucho tiempo). Luego llegó el momento del toque del Shofar.
Quiero volver a insistir en lo que les dije al principio, prefiero que estén advertidos.
Lo cierto es que al escuchar el sonido que salió de aquel cuerno el tiempo se detuvo. Todo a su alrededor estaba paralizado, incluso él. Por más que lo intentó, no pudo moverse.
El sonido fue ingresando por sus oídos y sintió todo su recorrido hasta llegar a su corazón. De ser un simple ruido parecido al de una corneta, se transformó primero en el llanto de un bebe, después en murmullos, enseguida en palabras hasta transformarse en frases, que provocaron que su corazón latiera con más fuerza. Era el único músculo que no estaba detenido en ese agujero de tiempo. No escuchaba nada en sus oídos, solo en el corazón.
Una vez que escuchó el mensaje, comenzó el efecto contrario, palabras sueltas, murmullos, llanto de bebe hasta ser un ruido de corneta nuevamente saliendo por sus orejas y dirigiéndose hacía el Shofar. El tiempo volvió a avanzar y él se encontró envuelto en un llanto propio producto de la emoción.
Nunca más faltó al templo en Rosh Hashana o Yom Kipur (Día del Perdón) buscando entre otras cosas volver a vivir esa experiencia.
Para los que sí creemos, sabemos que es una historia totalmente normal.
Ustedes me preguntarán si sé que decía ese mensaje, y la verdad es que no, eso no lo sé y solo Javier lo sabrá. Pero de lo que si estoy seguro y puedo decirles, amigos lectores que tomaron esta historia como un cuento fantástico, es que pueden acercarse a oír el Shofar. Cuando suene dejen que el sonido ingrese por sus oídos, permitan que llegue a su corazón y además de escucharlo, intenten sentirlo, ahí entonces recibirán su propio mensaje.

Gastón Bahar



SHANA TOVA UMETUKA para todos, que tengan un muy buen año.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Vuelvo Pronto!!!

No se terminó el blog para los que me preguntan, en poco tiempo volveré a escribir!
Gracias por seguir aca!
Nos vemos!!